Llegó el día, el día en que tenemos que despedirnos de todos nuestros chicos, el día en que las lágrimas brotan por nuestras mejillas ante una mezcla de sentimientos, el día en que nuestra gran familia, que crece año tras año, debe separarse de nuevo.
Muchas familias cuando vienen a recoger a los acampados nos dicen “por fín termináis” “ahora llega lo bueno”. No sabéis lo equivocados que estáis… Nosotros elegimos esta profesión por vocación, sabemos que es muy cansada, que implica muchas horas, muchas responsabilidades, pero lo que no hay lineas suficientes en este blog para decir todo lo que aporta. Y no lo digo por decir, de verdad tenemos la suerte de AMAR nuestro trabajo y todo lo que ello implica. Hay noches duras en las que algún acampado tiene morriña o está malito, esas noches no descansamos y al día siguiente acusamos el cansancio, pero cuando a lo largo del día ese niño del que has estado cuidando toda la noche se acerca buscando un abrazo tuyo, una sonrisa, un gesto de complicidad, cuando esa sola noche ha hecho que nos unamos aún más, ¿eso? eso no tiene precio.
Pasarán los años y seguiré sin saber explicar la magnitud de esto. Dicen que en las parejas la convivencia mata la relación, no soy capaz de entenderlo porque aquí la convivencia nos une mucho más, hace que sintamos que de verdad somos una gran familia, saca lo mejor de cada niño. Muchos chicos llegan aquí buscando conseguir un poco de autonomía, pero se van sabiendo lo que es el compañerismo, lo que es cuidar de los amigos, lo que es vivir y compartir todo tipo de sentimientos. En estos días todos hemos pasado por momentos buenos y malos, felicidad y tristeza, momentos divertidos y momentos serios. Decidme, ¿cuántos de vosotros habéis tenido la oportunidad de vivir y compartir tantas emociones en tan poco tiempo? Eso es lo que hace grande a un campamento.
No hay imagen más bonita que la de aquellos niños que hace unos días llegaban al campamento presentándose ante unos desconocidos con una mirada tímida y una voz temblorosa y ahora podemos verles aferrados los unos a los otros sin conseguir consuelo por tener que separarse. Lo mejor del campamento sin duda son las amistades que surgen, que tienen aún más valor por fabricarse lejos del ruido de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Queremos agradecer a cada acampado que ha pasado por aquí su implicación, todos y cada uno de ellos son especiales, todos nos han aportado algo por eso llevamos un pedacito de ellos en nuestros corazones.
Gracias a todas las familias que nos han confiado su mayor tesoro un año más y a aquellos que sin conocernos no han dudado en dejar en nuestras manos las vacaciones de sus pequeños.
Con una mezcla de tristeza e ilusión comenzamos la cuenta atrás para los campamentos de verano 2018.
Y recordad chicos, sed buenos, sólo así volveremos a vernos.
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